La verdadera historia de Cato y Clove - Capítulo 18





Los rayos de sol entran por la habitación haciendo que abra poco a poco los ojos. Mientras me despierto siento unas manos acariciando mi espalda y en mi cara se dibuja una sonrisa tonta. Tonta, sí, porque por mi mente comienza a llenarse de imágenes, de instantes que sucedieron a noche y no puedo evitar sentirme feliz.

Me giro un poco y abrazo con fuerza el cuerpo que tengo a mi lado, ese cuerpo cálido que anoche me hizo enloquecer y que cada vez que su piel roza la mía me estremezco.

Miro a Cato quién se encuentra mirando al techo pensativo. Sus brazos instintivamente me aprietan más contra él y no puedo evitar darle un beso en el hueco del cuello. Se gira sobresaltado y me mira a los ojos. Cuando lo hace en su cara se dibuja la sonrisa más bonita y radiante que nunca le he visto. Mi corazón empieza a latir con fuerza.

        -          Buenos días peque – me dice mientras me da un beso en el pelo.
        -          Buenos días – le respondo mientras me acurruco más contra él.
        -          ¿Cómo has dormido? – me pregunta a la vez que una de sus manos acaricia mi mejilla.
        -          Muy bien – le respondo incorporándome un poco para verle mejor.
        -          Me alegro mucho – sonríe mientras sus manos viajan a mi cintura.

Nos quedamos unos segundos en silencio mirándonos, aprovechando cada minuto y cada segundo, hasta que Cato acorta la distancia y me besa. Me besa apasionadamente como si no hubiera un mañana. Y en cierta manera es verdad, puede que no exista un mañana para alguno de los dos o incluso para ninguno. A pesar de ello, no me permito seguir pensando en eso y me dejo llevar por sus besos y sus caricias.

Al cabo de un rato, unos golpes en la puerta interrumpen nuestros besos, a regañadientes nos separamos y nos comenzamos a vestir. Es el último momento en el que nos vamos a sentir seguros, aunque para ser sincero, desde el momento en el que sale tu nombre en la cosecha, dejas de sentirte así.

Antes de salir por la puerta, antes de que todo se vaya al garete, antes de que llegue el final, porque lo será, para uno o para el otro lo será. Cato me agarra del brazo y me coloca enfrente de él. Nos miramos unos segundos a los ojos, reteniendo cada fracción del uno y del otro.

           -          Clove… - Me intenta decir Cato.
           -          Sé lo que quieres decir Cato, pero no quiero oírlo – le respondo rápidamente porque la verdad es que no quiero oírselo decir de su boca.
           -          Escúchame Clove – me vuelve a decir mientras me levanta la barbilla para que le siga hablando – Pase lo que pase, oigas lo que oigas y veas lo que veas, tú no le hagas caso ¿vale? – me sigue diciendo mientras me acaricia la mejilla.
           -          No te entiendo Cato – le respondo sin saber lo que me quiere decir, con lo que siempre me dice.
           -          Que no olvides nunca lo que siento por ti – me dice esta vez serio mientras me agarra con las dos manos – Prométemelo Clove – me suplica.
           -          Te lo prometo – le digo dubitativa mirándole a los ojos y sin entender nada.

Se acerca a mí poco a poco y me besa, me besa lentamente, disfrutando del beso, de nuestro beso. Un beso que sabía a despedida, porque lo que no sabía es que este iba a ser nuestro último beso.

           -          Te amo Clove – me dice al separarnos y mirándome fijamente con su mirada azulada que me traspasa.
           -          Yo también te amo – le respondo mientras una lágrima recorre mi cara.

Y es que esto ha sido la despedida. Yo lo sé y él también.

Después de nuestro beso, Cato sale por la puerta y no vuelvo a verlo por el piso, así que doy por hecho de que lo veré cuando estemos ya en la arena.

Salgo del piso con Enobaria, quien no para de darme consejos, pero la verdad es que yo ni siquiera la estoy escuchando porque mi mente está en otra parte. Bueno en una persona. En Cato. ¿Pero cómo no pensar en él? Y menos después de la noche que hemos tenido.
Enobaria se despide de mí y me subo al aeroplano que me llevará a mí y a otros tributos hasta la arena. Observo al resto de tributos, pero no veo a Cato por ningún lado, por lo que supongo que estará en otro con el resto de los compañeros de los distritos que están conmigo.

Mientras sobrevolamos a saber qué, pasa una chica del capitolio. Nos va inyectando algo en los brazos. Un rastreador, para poder tenernos controlados en todo momento en la arena y para saber cuándo morimos.

Al llegar a nuestro destino no puedo ver absolutamente nada del aspecto de la arena ya que nos deja en el subsuelo, donde hay un centenar de pasillos y puertas. Dos agentes de paz me escoltan hasta una de las puertas. La abro y tras ella está mi estilista Cloe.

Al verla no puedo evitar acercarme a ella y darla un abrazo. Me viste en silencio y cuando acabamos nos quedamos en silencio mientras esperamos a que me llamen para saltar a la arena.

          -          La chaqueta te quitará el frío por lo que puede que las noches haga frío – me dice Cloe.
          -          Espero que no sea un desierto ártico como hace unos años – le contesto preocupada.
          -          No creo, no hubo gran espectáculo – me dice para intentar tranquilizarme – Además las botas que os han puesto me dicen que va a ser un sitio húmedo, que puede llover, así que no te preocupes.

Me muestra una sonrisa tranquilizadora y ambas nos sentamos en el banco a esperar.

           -          Tributos a sus posiciones – habla una voz por el altavoz de repente.

Me levanto del banco, abrazo a Cloe y me coloco dentro de la plataforma. En cuanto lo hago los tubos me atrapan.

         -          Recuerda Clove – me dice Cloe – Yo apuesto por ti.

Acto seguido la plataforma se eleva sin darme la oportunidad de contestar a Cloe. Los rayos de sol me deslumbran, miro a mi alrededor y veo un claro, un lago, un bosque y la cornucopia. Allí tengo que ir. ¿Por qué? Porque allí se encuentran todas las armas y para sobrevivir las necesito.

Observo el marcador, quedan 30 segundos, treinta segundos para que todo comenzara.
Miro a mis compañeros de al lado, tengo a la chica del 12 y a un chico del 8. Sigo mirando pero no lo veo, no lo veo por ninguna parte, así que supongo que esté al otro lado de la cornucopia, ya que estamos todos rodeándola.

           -          ¡Damas y caballeros! – se oye por los altavoces que hay en alguna parte la voz de Caesar - ¡Qué comiencen los 74º juegos del hambre!

Ahí dejo de escucharle y me centro en el marcador. 10 segundos para empezar. Dirijo mi vista a la cornucopia y solo pienso en correr, correr y sobrevivir al baño de sangre.

Narra Cato

No dejo de pensar en Clove, en todo lo que ha pasado. Sé que ha sido un error, sé que no tenía que haber pasado nada de lo que ha pasado, pero… No pude evitar lo que sentí en ese momento con ella, no pude. Y sé que esto a la larga la va a hacer daño, tanto o incluso más que a mí. Pero a fin de cuentas no me arrepiento de nada. Al menos puedo decir que mi última noche de “libertad” fui feliz, fui amado y ame.

Al oír la voz, me despido de mi estilista, me subo a la plataforma y el tubo me eleva.

Al salir al exterior observo todo a mi alrededor y me alegro de que haya un bosque, agua… Pongo ya mi cara más seria, más dura, más intimidante. Tengo una imagen que mantener. Pero eso no me impide que empiece a buscar a Clove entre los tributos. Aunque es vano, no la veo así que supongo que está al otro lado de la cornucopia.

Observo el marcador, quedan 30 segundos, treinta segundos para que todo comience.
Miro a mis compañeros de al lado, tengo a la chico del 12 y a un chica del 8. Sigo mirando todo intentando analizarlo todo. Alrededor de la cornucopia se encuentran diferentes mochilas, con diferente contenido que nos ayudará a sobrevivir. En la entrada de la cornucopia, todas las armas.

          -          ¡Damas y caballeros! – se oye por los altavoces que hay en alguna parte la voz de Caesar - ¡Qué comiencen los 74º juegos del hambre!

Ahí dejo de escucharle y me centro en el marcador. 10 segundos para empezar. Dirijo mi vista a la cornucopia y solo pienso en correr, correr y sobrevivir al baño de sangre. Correr y alcanzar mis cuchillos, sobrevivir y llevar a cabo mi plan. Espero que Brutus cumpla su parte.

Narra Clove y Cato

9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1…

¡Gong!

“Te quiero Cato” – “Te quiero Clove”


“Que la suerte esté siempre de nuestra parte”









Hola amores!!!

Aquí estoy de nuevo otra vez. Siento haber tardado más de lo normal en subir, normalmente subo un capítulo al mes al menos, pero el mes de enero ha sido muy complicado con los exámenes finales, pero aquí me tenéis otra vez. Espero poder subir otro este mes para recompensaros. Siento la espera.

Espero que os haya gustado y que comentéis lo que os ha parecido, lo que creéis que va a pasar...

Gracias por leer y por vuestros comentarios.

Besos, María.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La verdadera historia de Cato y Clove - Epílogo

La verdadera historia de Cato y Clove - Capítulo 10

La verdadera historia de Cato y Clove - Personajes