La verdadera historia de Cato y Clove - Capítulo 11


Capítulo 11















Unos golpes en la puerta me despiertan.

             -          ¡Arriba Clove, hoy es un día muy, muy importante! -  dice alegre Annia detrás de la puerta.
             -          Ahora voy – le contesto de mala gana. No me gusta que me levanten pronto.

Me desperezo y me meto en la ducha. Al salir me encuentro con la ropa para el entrenamiento. Sí, hoy tengo otra vez. Y otra vez tengo que aguantar a Glimmer y su obsesión por Cato.

Cato…

No he podido dejar de pensar en él en toda la noche, en el beso que me dio, de porque me lo dio. En todo lo que me ha dicho. Y no entiendo nada, porque sus palabras no se corresponden con sus actos. Me dice que no me quiere, que no significo nada para él, que solo he sido un juego, pero luego me besa como si no hubiera un mañana, como si fuera el último que me daba. Y su mirada… su mirada es diferente a la que me ha acostumbrado a dar. Esta estaba llena de amor y ternura, como las que me daba. Y ahora estoy confusa, sin saber en qué pensar ni en qué hacer. Estamos confusos, ambos, y me hace dudar de todo.

¿Y qué puedo hacer ahora? Sinceramente no lo sé, ojalá tuviera la respuesta. Ojalá y así no me sentiría como me siento ahora.

Dejo mis pensamientos atrás y salgo de la ducha. Me visto con la ropa de deporte y me encamino al comedor para poder desayunar algo antes de bajar a la sala de entrenamiento.

             -          Buenos días – me dice Enobaria.
             -          Buenos días – le contesto.

Es la única que está sentada por lo que deduzco que el resto aún no se han levantado. Mejor para mí, porque no quiero que cierta persona me amargue el desayuno.

Voy hacia la mesa del desayuno y me sirvo yo misma a pesar de que el Avox me insiste en prepararme el desayuno. Pero a pesar de vivir en el 2 siento lastima por esas personas, ya que si está aquí quiere decir que ha cometido un delito  traición al Capitolio, y este le ha castigado de esta manera, a servir a los demás y sobre todo y más doloroso a no poder hablar nunca más, ya que les cortan la lengua.

Mientras desayuno oigo unos pasos acercarse, levanto la mirada y me encuentro con los ojos azules de Cato posados en los míos.

               -          Buenos días – dice Brutus.

No le contesto porque mi mente y mi mirada están clavada en Cato, y la de Cato en mi mientras se sienta. Nos quedamos así durante mucho tiempo mirándonos, el desafiándome y yo intentando averiguar qué es lo que esconde. Pero sin resultado alguno. Al cabo de un rato conseguimos separar nuestras miradas y al apartarla me doy cuenta de que Annia, Brutus y Enobaria nos están mirando. Nos miran perplejos intentado averiguar  lo que escondemos. Si supieran…

Terminamos de desayunar y nos encaminamos los dos al ascensor y pulsamos el botón rumbo a la sala de entrenamientos. Al llegar me doy cuenta de que somos de los primeros en llegar pero la suerte no está conmigo. Lo primero que veo tras pasar las puertas del ascensor es una melena rubia que se acerca medio corriendo hasta nuestra posición. Como no era Glimmer. Cuando llega me da un empujón para apartarme del lado de Cato y colocarse ella. Veo cuales van a ser sus intenciones por lo que salgo lo más rápido y me alejo de ellos, no sin antes mirar a Cato. Y lo que veo no se descifrarlo.

Creo que me pedía ayuda como si no quisiera estar Glimmer, pero en cierta manera él se lo ha buscado y esta vez no pienso ayudarle. Voy directa a los cuchillos porque necesito desquitarme con algo después de ver a la rubia teñida de bote. Cuando llego no espero ni un minuto más, cojo los cuchillos y los lanzo a los maniquís que hay enfrente. Cuando lanzo todos lo que tengo nos reúnen a todos en el centro de la sala para una charla.

              -          Hola, mi nombre es Atala, aquí encontraréis todo lo necesario para sobrevivir en la arena, como podéis ver hay numerosas estaciones en las que en cada una hay un instructor que os enseñará y ayudará en todo lo posible. Muchos de vosotros no habréis tocado en un arma en vuestra vida y lo primero que haréis será ir a esas estaciones, pero os advierto muchos de vosotros moriréis por envenenamiento, desnutrición, por algún animal… por lo que no subestimaría las estacione de supervivencia – dice con voz firme y segura.

Observo a mí alrededor y me doy cuenta de que la mayoría moriría a la primera de cambio, son muy flacuchos, pero hay uno que me da mucho pavor, el chico del distrito 11.

Siento una mirada clavada en mí y busco a la persona que me mira fijamente, y lo veo a él. Le miro a los ojos y sé que Cato sabe lo que estoy pensando, sabe que le tengo miedo. Y veo como sus puño se cierran intentando calmarse.

               -          Está terminantemente prohibido entrenar o pelearse con otro tributo, hay instructores que os ayudarán, ya tendréis tiempo de pelearos en la arena. Podéis empezar – es lo último que oigo de Atala después de volver del trance que tenía por mis pensamientos.

Voy otra vez directa a los cuchillos con la mala suerte  que  allí ya están Cato y la rubia teñida. ¿Lo hace aposta? ¿O qué? Aun así esa es MI estación, es MI arma y  porque estén ellos no me voy a ir a otro lado. Me ven llegar y Glimmer se acerca aún más a Cato. Un poco más y no pasa el aire entre ellos dos. Voy a lanzar un cuchillo al maniquí, en el que me imagino que es Glimmer cuando siento unas manos en mi cintura.

               -          Hola preciosa – me dice  la voz de un chico cerca de mi oído pero lo suficientemente alto para que los otros dos lo oigan.

Me giro para descubrir quién es cuando me topo con unos ojos marrones clarito muy bonitos.

               -          Hola Marvel – le contesto roja cuando descubro que ha sido el quién me ha dicho preciosa.
-          ¿Podrías enseñarme a lanzar los cuchillos? Y yo a cambio te enseño con la lanza ¿qué te parece? – me dice cada vez más cerca y con una sonrisa en la cara.
               -          Claro – le respondo sonriendo también.

Le enseño todo lo mejor que puedo. Marvel es un gran alumno y poco a poco consigue mejor. Llega la hora de comer, cada tributo se sienta solo o con su pareja de distrito menos nosotros, los profesionales, que nos sentamos juntos, muy a mí pesar, para intentar intimidarles mientras hacemos mucho ruido y nos reímos. Después de comer me dirijo con Marvel al puesto de lanzas y allí me explica poco a poco todo lo que necesito saber.

Voy a intentarlo y noto que unas manos me agarran de la cintura y un cuerpo se pega al mío detrás, mi respiración se entrecorta cuando siento a Marvel tan cerca de mí. Es un chico bastante guapo, como para no estar nerviosa. Me coloca bien la posición para lanzar.

               -          Coge impulso y cuando estés lista lanza – me susurra al oído.

Un escalofrío recorre mi cuerpo. Suelto una bocanada de aire y lanzo. Veo la trayectoria de la lanza y al final del camino veo que se inserta en el centro de la diana. ¡No puedo creérmelo! Salto de emoción y me giro hacia Marvel. Le sonrío y le doy un abrazo. Aún sigo rodeada por los brazos de Marvel cuando miro a mi alrededor y le veo. Veo a Cato hecho una furia, darle una patada a la estantería donde estaban los arcos y salir de allí echando humo. ¿Y a este qué coño le pasa?

Me separo de Marvel, le doy las gracias y me dirijo al lugar por el que se ha ido Cato. Llego al final del pasillo y me encuentro con el ascensor. Observo en que piso se ha parado antes de llamarle. ¿El 13? Si allí no hay nada, pero bueno, a ver qué mosca le ha picado. Cuando llego a la azotea le busco con la mirada y le encuentro apoyado en la barandilla mirando al Capitolio.

Me acerco cautelosamente hasta él y me pongo a su lado mirando también hacia la calle. No sé si se ha dado cuenta de mi presencia o no, pero rompo el silencio.

                 -          ¿Estás bien Cato? – le digo en un tono dulce que hace mucho que no uso con él.

Se gira para mirarme y noto que sus ojos, sus preciosos ojos azules están rojos de haber llorado e incluso puedo distinguir algún rastro de sus lágrimas al surcar su cara. En ese momento mi alma se rompe en mil pedazos, nunca pensé que podía llegar a ver a Cato así, tan destrozado y hundido.

                  -          ¿Qué… qué te pasa? – vuelvo a preguntarle acercándome más a él.


Narra Cato:


La veo allí arriba conmigo, con su cara de preocupación por mí, porque sí, ha salido a buscarme para saber cómo estoy. ¿Y cómo estoy? Roto por dentro. Y no puedo más. No puedo.


                    -          Lo que me pasa… lo que me pasa eres tú – la contesto muy cerca de su rostro, de sus labios…





   


      Hola amores!!!!

      Lo siento, lo siento, lo siento. siento haber tardado tanto en subir el nuevo capítulo espero que puedan perdonarme, pero mi inspiración ha sido nula este mes y con los exámenes de recuperación aún menos.

      Ya sabéis que yo cuando tengo un rato me pongo con ello, gracias por la espera.

      Espero que os haya gustado y que dejéis vuestros comentarios.

      Gracias por leer.

      Besos, María.




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